23 de abril de 2013

Economía lectora


A todos debería sonarnos eso de que, allá por el siglo X, lo que se llevaba era la transmisión oral. Que si las jarchas, que si las cántigas de amigo, y es que hubo una época en que si la gente no leía era porque no podía, y no porque creyeran que tal ejercicio pudiera repercutir de forma negativa en su salud.

Durante mucho tiempo, el libro fue un artículo de verdadero lujo, y la capacidad lectora un instrumento que confería a quienes lo gozaban un considerable poder sobre las mentes menos afortunadas. Así que no es de extrañar que cuando unos siglos más tarde se fundaran las primeras universidades, y empezara a enseñarse a leer y a escribir, a más de uno se le frunciera el entrecejo.

No cabe la menor duda de que la imprenta fue un invento clave en la historia de la humanidad. Sin embargo, también lo fueron la fregona y el “chupa-chups”, ambos inventos españoles y que comparten no sólo su origen, sino el hecho de que, por casualidad, ambos consisten en palos acabados en algo. Somos muy atrevidos los españoles inventando cosas, sí, pero si me dan a elegir, yo prefiero la tortilla de patata. El hecho es que, efectivamente, la imprenta supuso toda una revolución: ya no fue necesario copiar a mano los libros y estos dejaron de ser un artículo de lujo, volviéndose mucho más accesibles al creciente número de lectores. Rápidamente, la transmisión oral de la que antes hablábamos se vería desbancada por la escrita, mucho más directa, dotando a todo texto escrito de una especie de autoridad innegable.

Pero claro, la cosa no se quedó ahí, porque todavía quedaba lo de la tele. Aquello sí que fue un invento revolucionario, vaya. Nada que ver con lo de la imprenta. ¿Leer el periódico? ¿Para qué, pudiendo ver el telediario? La película es mucho mejor que el libro, claro que sí. ¿Os suena lo de: “una imagen vale más que mil palabras”? Pues eso.

Y así llegamos al clímax de nuestra historia, el momento clave, el culmen, lo que todos estaban esperando... Internet. ESO sí que fue la repanocha. Bueno, fue no, es. Porque aquí es a donde quería yo llegar: Internet. Y con Internet la invención de Twitter, Facebook, Tuenti, Tumblr, Flickr... eso que hemos dado en llamar “redes sociales” y que ha terminado de relegar a un segundo plano aquello de la lectura. ¿Para qué voy a molestarme en leer un libro entero? A mí con los 140 caracteres de Twitter me basta y hasta me sobra. No sé yo, parece que nos falte el tiempo y las ganas de ir más allá de esos 140 caracteres. Como si nos costara la vida, oye.

Lo que quiero decir es que se está perdiendo el hábito lector, que los libros vuelven a ser para muchos un artículo de lujo y que cada vez son más los que se pierden el innegable placer de la lectura (y no, no me refiero a nosecuántas sombras de Grey). ¿Conocéis la obra Farenheit 451, de Ray Bradbury? Pues si no la habéis leído ya estáis tardando. También tiene una película, y muy buena, por cierto. Y por supuesto que podéis optar por la película sin tan siquiera darle a la novela la oportunidad que se merece. Pero entonces no habéis entendido nada de nada. No se trata de eso. Se trata de que hoy, 23 de abril, es el Día Internacional del Libro, de que los libros son cultura, NUESTRA cultura, y de que sin cultura no somos nada, o bastante poco al menos. Así que ya sabéis: a culturizarse se ha dicho. Además, de momento no hay ningún Día Internacional de Twitter. Al menos, que yo sepa.

Gabriel Montesinos 

1 comentario:

  1. Excelente tu exposición y recomendaciones.
    Saludos...y sin lugar a dudas hay que leer!
    Ramón

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